miércoles, 27 de junio de 2012

"En memoria del espantapájaros todos los cuervos son negros."



Un verdadero amigo jamás juzga por lo que no ve, no habla sin pensar las cosas por lo menos tres veces y nunca haría algo que dañara a su amigo.
Algo totalmente diferente podemos ver en la parte en la que el cuervo ciego es ayudado, le salva la vida pero cuando le dice que es un espantapájaros huye, ¿por qué? Por los prejuicios que hay en la sociedad en la que vive.
También podemos observar cómo la superstición puede dominar la mente de las personas llevándolas a hacer cosas horribles (escena en la cual el pueblo va a quemar al espantapájaros).
Para que una amistad sea verdadera no basta sólo con caerse bien, hay que dar el paso definitivo: ayudarse desinteresadamente, sin esperar nada a cambio.
Finalmente se dan cuenta de que lo único que quiere es tener amigos y que es bueno, a diferencia de como se ha dicho siempre, pero desgraciadamente ya es tarde para hacer nada.
Una amistad verdadera siempre quedará viva gracias al recuerdo que queda guardado en el alma aunque materialmente los cuerpos desaparezcan.
Aunque mucha gente no lo crea, el corto tiene un final feliz: la amistad vence a los prejuicios.


jueves, 7 de junio de 2012

Toda una vida reflejada en sus manos.

Un día, mirando las fotos de tu abuelo, con tantos años que llevaba ya encima, observas cómo se contemplaba las manos. Recuerdas cómo en una ocasión te acercaste a él y le preguntaste cómo se encontraba; al no obtener respuesta, le volviste a preguntar, pero esta vez, cómo se sentía. Lentamente con voz clara y firme te contestó: "¿Te has mirado tus manos? Quiero decir, ¿te has mirado realmente alguna vez tus manos?" Tú, lentamente soltaste tus manos de las suyas y te las contemplaste de par en par, volteándolas y mirando hacia arriba y hacia abajo. No, creo que nunca las había observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. Entonces el abuelo sonrió y contó la siguiente historia:
"Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han servido a través de los años. Estas manos, aunque ya arrugadas, secas y débiles, han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida. 
Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando era niño, mi madre me enseñó a plegarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas y dobladas. Mis manos se mostraron torpes cuando cogí por primera vez a mi recién nacido hijo. Decoradas con mi anillo de bodas, le mostraron al mundo que estaba casado y amaba a alguien muy especial. Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé por el pasillo con mi hija el día de su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y limpiado el resto de mi cuerpo. Han estado pegajosas y húmedas, dobladas y quebradas, secas y cortadas. Hasta el día de hoy, cuando casi nada en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme y se siguen plegando para orar. Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. "
Desde entonces, cada vez que voy a usar mis manos pienso en mi abuelo; nuestras manos son una bendición.
Hoy me pregunto : ¿qué estoy haciendo con mis manos? ¿Las estaré usando para abrazar y mostrar cariño, o las estaré exprimiendo para expresar ira y rechazo hacia los demás?
En mí no hay duda : hay un traje que se amolda a todos los cuerpos, un abrazo; y ese abrazo va para TI.

Me caigo muchas veces, pero me levanto y sigo mi camino.

Puede que un día tenga mil sonrisas y abrazos para repartir y otros en cambio no tenga ganas de nada. Quiero a muchas personas y odio a otras tantas. Para unos seré demasiado perfecta, cosa que no entenderé jamás, y para otros tendré muchísimos defectos. Para algunos seré la mejor amiga del mundo y otros no me querrán ni ver. Tengo muchas cosas buenas, pero también tengo muchas malas, lo sé. Me gusta contarle mis secretos a la gente en quien confío y que ellos me demuestren que confían también en mí. Me encanta picar, pero no aguanto que me piquen. No me gusta pasar diez minutos hablando con mis amigas, sencillamente prefiero hablar horas y horas. Me gusta reír y hacer reír. Me encantan los pequeños detalles. Me gusta pasar buenos momentos y luego recordarlos, aunque no hay nada más triste que un recuerdo feliz: el poder recordarlo y no poder estar allí. Me gusta actuar sin pensar en las consecuencias, aunque luego me arrepienta. Adoro las tardes en las que estoy tranquila aunque a veces prefiera estar con mis amigas en un parque haciendo la tonta. Me gusta saltarme las reglas y no seguir siempre una misma rutina. Aprender de mis errores, que no son pocos, también me gusta. A veces puedo ser muy tímida y otra en cambio ser la chica más lanzada del mundo. Odio los lunes y me encantan los sábados. Tengo miradas que matan y sonrisas que hipnotizan. Odio que me hagan callar, aunque no me importa si es con un beso. Me encanta hacer locuras y pasarlo genial, que la vida son dos trazos y un borrón y no estamos como para andar perdiendo el tiempo en estupideces. Y lo último y más habitual en mí: me tengo que caer cien veces porque sino, no aprendo.

martes, 5 de junio de 2012

Simplemente es un hasta luego.

No entiendo cómo he podido llegar a este punto. Antes creía que contigo todo era perfecto, que eras la mejor, que nunca me dejarías. Poco a poco me he dado cuenta de que no y, mírame, aquí estoy, escribiendo lo que no me atrevo a decirte a la cara. Sabes, yo te consideraba de otra forma. Será verdad eso de que cuánto más conoces a una persona más desearías no hacerlo; a mí, desde luego, me ha pasado eso. No pongas escusas, ya me las conozco todas, siempre dices lo mismo, siempre es lo mismo. No pretendo echarte de mi vida así porque sí y tampoco voy a darte explicaciones, ¿para qué darlas? Para nada. Siempre está el perdón de por medio, y tras él, otro fraude. Te quiero, pero ya me he cansado.
Sólo decir que esto no es un adiós, es un hasta luego...
Pd, A veces las cosas más simples son las que más daño hacen.