martes, 27 de diciembre de 2011

Todas somos princesas.

Me considero una princesa, pero no como todas las demás, sino como una persona única... alguien que cada día aprende de aquello que realmente le gusta y le inspira, como una persona inacabada que sigue esforzándose por ser mejor.
No quiero ser una princesa que espera sentada a su príncipe azul como en los cuentos que leía cuando era una niña pequeña, sino una princesa cuyo futuro depende de un pasado curado y de un presente bien vivido, dejando atrás preocupaciones que de la noche al día no tienen importancia y todas aquellas tonterías que me impiden ser feliz.
Una princesa única, parecida y diferente a las demás. Nadie en el mundo es exactamente como yo. Todo el respeto, amor y energía que se pueda dar a otro ser humano, me las doy a mí, porque yo sola triunfo, fracaso, busco, crezco, amo, logro y muero.
En el fondo, todas somos princesas, pero no vivimos en enormes castillos ni tenemos un príncipe azul que monta en un corcel blanco, sino que están escondidas en el interior, en el corazón. Sólo sale si sabes cómo dar lo mejor de ti, ayudar y perdonar a quiénes lo necesitan y a quiénes no, tanto a tus amigos como a tus enemigos. Ahí ella te demostrará que cualquiera puede ser hermosa a su manera, no tiene que existir una belleza exterior que iguale a las princesas dibujadas con lápiz y papel, y que todas podemos tener nuestro cuento con final feliz, porque realmente una tiene un final feliz cuando se siente bien con ella misma y con la gente que la rodea.