viernes, 8 de julio de 2011

¡Me pinto los labios para dejar huella!

Es cierto. No soy perfecta, es más, me hacen gracia las personas que se lo creen. Las que cuando se caen lloran y cuando tienen un problema se les cae el mundo encima. Cuando me siento pequeña me pongo tacones de 15 cm y cuando no me siento bien, salgo a la calle y me como el mundo, me fumo el aire. Cuando me voy a tropezar me levanto con la cabeza bien alta. Cuando voy a besar el suelo de las caídas que llevo, me pinto los labios para dejar huella para que, aunque no sea en tu corazón, marque en algún sitio que he estado allí. Cuando me cae una lágrima la acompaño con una sonrisa, y todo es más fácil. Nunca me rindo, siempre lucho como el primer día. Y sí, llego el día en el que me di cuenta de que la vida está para reírte de ella, y no con ella; que si te caes, sólo tienes que levantarte, que no te importe el pasado pero que siempre lo tengas en cuenta, que la vida es alegrarte los viernes y fastidiarte los lunes, salir un sábado y estar sin dinero un domingo, gritarle a las personas que quieres y saber pedir perdón, tener las cosas claras y decidirte en el último momento, jugar con fuego y quemarte; hacer estupideces sin parar pero que no te importe lo que piensen los demás. Ponerte guapa para el amor de tu vida y después pasar de él, abrazarte a quien te abrace y a quien no quiera abrazarte no te abrazas y punto. Porque sentir dolor es inevitable, pero sufrir es opcional.

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